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martes, 15 de abril de 2014

La posmodernidad, también mató al relato Kirchnerista

La posmodernidad es entendida como aquella etapa de la historia donde mueren los grandes relatos, que vienen a dar bienestar y felicidad a todos los hombres. Ellos son considerados como: el relato del cristianismo, el relato del iluminismo, el relato del capitalismo y el relato del marxismo.

“Todo lo que pueda ser dicho nada tiene que ver con lo que es”Decía Pirrón.

En la argentina actual, la historia nos dice que también  ha muerto el relato Kirchnerista. Este gobierno se ha caracterizado por levantar las banderas de la década del 70, de una generación de jóvenes militantes que sueñan con el socialismo nacional desde las filas del peronismo. Década finalizada con el golpe de Estado del 76 y la masacre de una de las generaciones más gloriosas que haya tenido esta Argentina.
Si bien durante la primera etapa del Kirchnerismo, con Néstor Kirchner, se inicio un proceso de recuperación política, poniéndole límites al avance de la economía, con un fuerte intervencionismo estatal, a través, de subsidios y leyes que apuntaron a mejorar la situación de aquellos que sufrieron la década neoliberal, como jubilados,  desocupados, sectores medios que mejoraron su salario e incrementaron su consumo. Trabajadores sindicalizados, obteniendo, después de mucho tiempo, discusión de paritarias. Con reformas en el derecho laboral, respecto al trabajo en negro aumentando al doble la indemnización en caso de despido.  Una política regional UNASUR, en lo político y Mercosur en lo económico, con inclusión de Venezuela en este espacio. El alejamiento del FMI y las recetas del Banco Mundial. Y una situación de bonanza económica con un crecimiento del 8 o 9 % anual, con record de producción sojera desde 2003  a 2007; más acertadas políticas de derechos humanos y el acercamiento a organizaciones de DDHH, como Madres y Abuelas,  indujeron a muchos intelectuales a pensar a este gobierno como de izquierda.
Este discurso se incremento a partir del 2007, con el primer gobierno de Cristina, donde el conflicto del campo en 2008 y la derecha argentina, representada por la SRA, se unía para desestabilizar  al gobierno democrático, con el intento de la resolución 125 de aumentar las retenciones al agro.
La Estatización del Anses, Aerolíneas Argentinas, YPF,  más leyes como la Ley de Medios Audiovisuales y de matrimonio igualitario, Asignación Básica Universal por hijo, hizo pensar a muchos como Carta Abierta, que el Kirchnerismo era la nueva izquierda argentina que venía por la distribución de la riqueza, por la justicia social y las banderas de aquél peronismo setentista, surgido de la resistencia y argumentando que a la izquierda del Kirchnerismo no había nada. Sumado a la aparición en escena de la agrupación política “La Campora”, que venía a desplazar al peronismo tradicional, ocupando espacios de poder dentro de la estructura de gobierno, con sus banderas rojas y negras y su estrella federal, conjeturando el retorno al poder de los hijos de aquella generación inolvidable. 
Pero con el triunfo  contundente del 54%, del segundo mandato de Cristina, todo parecía que se venía la profundización del modelo y se iba a iniciar en serio una transformación del Estado con políticas antimonopólicas, reformas financieras y tributarias al capital económico y financiero, que se había iniciado con el Grupo Clarín (Ley de medios), haciendo suponer que todo apuntaba hacia allí.
Recuerdo que en una de las largas charlas política que tuve con un amigo Kirchnerista, cuando le daba mi punto de vista crítico hacia el kirchnerismo, diciéndole que no veía al gobierno en esa dirección, haciéndole notar que no avanzaba en una ley que obligue a las empresas a participar a los obreros en sus ganancias. Tampoco demostró interés en recuperar el ferrocarril, como transporte estratégico de cargas de mercaderías. Una reforma estatal para desestructurar todas las mafias corruptas que funcionan en base a negocios espurios con el Estado e incluso echando a muchos de los funcionarios actuales sospechados de hechos graves de corrupción. Una reforma judicial que permita la posibilidad de que todas las personas puedan acceder a reclamos judiciales, abaratando los costos judiciales, que hoy hacen imposible el acceso a los sectores con menos recursos. La eliminación del mínimo no imponible al trabajo, y a través de una reforma tributaria obligar a tributar a aquellos que especulan comprando acciones en la Bolsa o depositando su dinero en un plazo fijo. Otra de las cosas que le planteaba a mi amigo era la falta inversión en obras públicas en los servicios como agua, luz,  petróleo, cloacas, rutas, canales de desagües, etc.; que hicieron agua en La plata, Once, y en las rutas con el índice más alto de muerte por accidente de tránsito. No se invirtió en obras de infraestructura necesaria para un país en crecimiento a tasas chinas.
Toda esta serie de medidas políticas, era lo que yo le cuestionaba a mi amigo, allá por el verano de 2011, cuando la situación económica era otra y con tiempo suficiente de 8 años de gobierno encima, para haber avanzado en serio hacia un Estado de Bienestar.
Él respondía diciendo que para enfrentar al poder económico, había que concentrar más poder político, para hacerle frente a todas esas reformas que yo le iba planteando. Había que ganar las elecciones de 2011, con un porcentaje muy alto de votos para tomar ese tipo de decisiones. 
Sin embargo, a partir del segundo mandato cuando se tenía todo el poder para profundizar el modelo y avanzar hacia el relato que el mismo Kirchnerismo venía pregonando, se comenzó con una sarta de políticas erróneas e improvisadas que lo indujeron a un callejón sin salida que terminaron en enero de 2014, en la aplicación de las más nefastas políticas económicas ortodoxas del neoliberalismo: devaluación, alta inflación, tarifazo en los servicios públicos, incremento en las tasas de interés bancaria para frenar el dólar, enfriando la economía. Pérdida salarial con aumentos de sueldo por debajo de la inflación que desalientan el consumo. Un retorno al FMI para pedir créditos que frenen la caída de reservas federales. Búsqueda de acuerdos con el Club de París, Repsol, los fondos buitres. La concesión del petróleo en manos de Chevrón (Rockeffeller). Fractura en mil pedazos del movimiento obrero, única herramienta de la que nunca se debe dejar de lado como aliado para avanzar contra el poder económico concentrado. Una política agropecuaria de más de una década de sojización, en manos de Monsanto, que está desertificando la Pampa Húmeda y empobreciendo a pequeños productores regionales. Podría enumerar más, pero creo que con esto es suficiente. Recuerdo a Enrique Martínez, quien fuera Presidente del INTI, hablando sobre el monopolio de la leche en manos de SanCor y La Serenísima, con un plan para desmonopolizar el mercado, a través del incentivo a Cooperativas lecheras regionales, que hicieran bajar el costo del producto. Pero sin embargo, se tuvo que ir 2011 y nada de esto se hizo, a contrario sensu, se fue profundizando la concentración monopólica alimentaria.     
 Y el relato Kirchnerista terminó en el pragmatismo del PJ, que de acuerdo a la coyuntura del momento va poniendo en práctica medidas políticas y económicas que le permitan superar ese espacio breve de tiempo en relación con el otro. Porque en definitiva es eso: el Partido Justicialista, un partido político que se va manteniendo en el poder de acuerdo a los aires que van soplando en la coyuntura mundial y argentina. Puede pasar del Estado de Bienestar del 45 al Neoliberalismo de los 90, en un abrir y cerrar de ojos. No obstante, ya va pensando y creando alguna figura política, tal vez, Scioli, Massa, De la Sota, Urtubei, Capitanich, Uribarri, todo da lo mismo para darle continuidad  al PJ en el poder y sus privilegios. Porque es el PJ, un partido del poder, de construcción del poder que construye y destruye todo, permitiendo a cualquier oportunista subirse al tren para darle continuidad a todos los que desde hace décadas viven a costilla del Estado (políticos, empresarios, sindicalistas, clientelistas), todos aquellos que fueron funcionales al Menemismo, al Duhaldismo, al Kirchnerismo y mañana a quién detente el poder,  garantizando impunidad a los que dejan el poder.
Es verdad que desde la oposición tampoco hay nada que merezca la pena. Pero a la derecha están todos. A la izquierda, en Argentina desde hace largo tiempo, con opción a gobernar, no hay nada, ni siquiera en el mundo. Podré tener alguna simpatía por algún gobierno u otro, pero todos son parte de un sistema que desde hace dos siglos y a partir de 1989, con la caída del muro de Berlín, se profundizó, y ese es el capitalismo, que sigue depredando el planeta en todos los rincones del mundo, explotando a la población y haciendo negocios que les permite quedarse con las concesiones de los recursos naturales o las empresas estatales de todas las naciones, sea cual sea la ideología existente en cada país.
Mientras no cambien las condiciones mundiales actuales y aparezca un nuevo orden político y económico, los gobiernos del mundo tendrán muy poco margen de acción para llevar adelante políticas que le den bienestar a su población. En Argentina, desde que tengo uso de razón, solo hay crisis cada diez años que los argentinos debemos soportar por más relato progre que nos quieran imponer.
                                                                                                                                                                                                               Caco.