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lunes, 22 de diciembre de 2014

Conclusión

“La filosofía me destruye el cerebro y me hace perder el sentido de ubicación. Me desubica. Me desacomoda. Me desestructura. Me hace salir un rato de lo cotidiano. De este mundo cosificado donde todo tiene valor y donde todo es útil, con lo cual me convierte en un Ser inútil. Me hace tomar conciencia de que en este mundo no soy nada y que la mejor verdad es el silencio. Que todo es anarquía, caos, un gran orden-desorden. Que todo fluye. Que todo se transforma. Que todo es inestable. Que el tiempo no existe. Sólo sé que existo y no sé por qué. Me convierte en un sospechoso. Sospecho de todo: Ser, Dios, Patria, amistad, amor, religión, palabra, historia, ciencia, lenguaje, verdad, conocimiento… de todo… La filosofía me ha arrojado a un mundo al que todavía no termino de entender y me convierte en un Ser ignorante. Uno elige ser lo que es y he elegido ser, en este mundo, un Ser inútil e ignorante, (consciente de mi finitud); aunque elegiría seguir siéndolo; a ser un ignorante útil o útil ignorante”.


miércoles, 10 de diciembre de 2014

¿Qué es y para qué sirve la filosofía?

La filosofía provoca un estado de desacomodamiento frente a una realidad cotidiana que se presenta con una serie de certezas.
No hay certezas absolutas de las cuestiones existenciales: ¿de dónde venimos?, ¿hacia dónde vamos?, ¿por qué somos?
En lo cotidiano (diario, común, corriente, frecuente ,habitual, consuetudinario, periódico) donde se nos va la vida, las grandes preguntas existenciales quedan congeladas, entre paréntesis, suspendidas. La cotidianeidad se maneja con certezas funcionales, es el ámbito donde las cosas funcionan y tienen que funcionar. Lo cotidiano no se detiene a reflexionar sobre la filosofía. Tiene otros valores y uno de ellos es el valor de la utilidad. Todo lo que sucede en la cotidianeidad sucede para algo por algo, tiene una finalidad, una utilidad. Ejemplos: vengo a clase por algo, estudio para recibirme y obtener el diploma, trabajo para ganar dinero.
La filosofía lo que hace es observar el panorama de utilidades conducentes por todos lados y comienza a preguntar ¿por qué? Y esta pregunta siempre tiene la última palabra. La filosofía interrumpe la lógica de la utilidad. El por qué es improductivo, no sirve para nada, pero abre.
Un pensamiento técnico científico explica el funcionamiento de las cosas a través de las ciencias. ¿por qué funciona un televisor? ¿cómo nace un bebé?. Una vez explicado el funcionamiento o el nacimiento a través de la ciencia se termina el problema.
Pero la filosofía se va a preguntar ¿por qué hay vida? La vida puede ser explicada en la trama científica, pero que el ser de la vida sea así y no de otro modo, no puede dar respuesta la ciencia.
A diferencia del pensamiento cotidiano o técnico, la filosofía no pregunta para encontrar respuestas. Las respuestas existen, la filosofía lo que hace es preguntar para desestructurar esas repuestas que fueran dadas como algo definitivo, cerrado. Lo que hace es abrir las respuestas.



La filosofía demuestra que toda respuesta dada como definitiva puede tener otra respuesta. Todo puede ser de otra manera.
Lo cotidiano no puede siempre estar dando respuestas. En la cotidianeidad todo se presenta de modo definitivo. Tengo que pagar
los servicios porque si no me lo cortan. Si dejo de pagarlos me quedo sin teléfono, sin luz, sin gas.
En cambio, en filosofía podemos cuestionarnos por qué usamos el celular, ¿por qué hablar por celular?
Leibniz alcanza la pregunta fundamental de la filosofía: ¿por qué el ser y no más bien la nada? ¿por qué hay algo y no más bien nada?.
La pregunta del por qué es abrir algo que permanece cerrado. ¿Por qué hay cosas?, ¿por qué hay colores?, ¿por qué hay formas?. Las preguntas están hechas para no ser contestadas sino para que nos extrañemos, para que interrumpamos la lógica de la utilidad. En términos existenciales hay un sinsentido originario del que provenimos y todo el tiempo estamos tapándolo con la cotidianeidad.
La cotidianeidad es un conjunto de problemas que se presentan durante la vida y hay que resolverlos y los resuelve el pensamiento técnico cotidiano. Si se rompe un caño de mi casa debo de llamar al plomero para que me solucione el problema o llamo al mecánico para que me arregle el auto para ir a trabajar.
En cambio, el pensamiento filosófico crea problemas, porque hay una zona humana que tiene que ver con los aspectos existenciales.
Esa es la diferencia, en la vida cotidiana debemos de ser resolutivos, debemos resolver los problemas que se nos presentan, pero en los problemas existenciales, filosóficos, problematicemos.
El que viaja, el viajero, el que anda con una mochila o en bici, se sale de lo cotidiano y hace filosofía, piensa que va a cambiar al mundo. Viajando se hace filosofía, se rompe con lo cotidiano, con lo mundano.
A Tales de Mileto, el primer filósofo, del cual Platón hace referencia en uno de sus diálogos denominado “El Teeteto”:

SOCRATES: Cuéntase, Teodoro, que, ocupado Tales en la astronomía y mirando a lo alto, cayó un día en un pozo y que una sirvienta de Tracia, de espíritu alegre y burlón, se rió de él diciendo que quería saber lo que pasaba en el cielo y que se olvidaba de lo que tenía delante de sí y a sus pies.

Le decían que era un idiota, porque para los griegos idiota era aquella persona que solo le importaba lo privado, estaba metido en sí mismo, no le importaba lo público, lo de todos, que para los griegos en aquella época la polís y la vida comunitaria era muy importante. Tales cuando descubre la filosofía queda maravillado del cielo y empieza a mirar las cosas con otros ojos, queda deslumbrado de lo que ve. Tales miraba tanto para arriba que se caía en todos los pozos y todo el pueblo se reía de él, le decían idiota, porque estaba tan metido para adentro mirando para arriba.("Conócete a ti mismo y conocerás a Dios"... decía Santo Tomás de Aquino).
Entonces: ¿Para qué sirve la filosofía?
Si Tales no podía resolver lo más elemental y se caía en todos los pozos.
La vida pasa y que hacemos entonces: ¿miramos para arriba o tapamos los pozos?
Para Heidegger lo que importaba eran las ideas de las personas y decía que sólo transcienden las biografías de sus autores y decía que Aristóteles nació, pensó y murió. Es decir que para Heidegger la vida de Aristóteles no importaba nada, solo importaba las ideas, como en el arte la obra trasciende al autor.
Como reflexión nos queda que en la vida nos la pasamos tapando pozos, pero en algún momento levantamos la cabeza para mirar para arriba. En la vida deberíamos encontrar cierta pendulación, oscilación. Cuando nos damos cuenta de que estamos tan metido abajo tapando pozos es bueno levantar la cabeza y viceversa cuando tenemos la cabeza durante mucho tiempo en las nubes, debemos bajar, poner el cuerpo.

El pensamiento filosófico es abstracto, angustiante, inconducente, interruptivo, lo que propone la filosofía es un cuestionamiento a las totalizaciones. En filosofía siempre se llega a paradojas, inutiliza porque cuestiona, por qué todo tiene que servir para algo, cuestiona lo cotidiano. Cuestiona también a quién le somos serviles, el verbo servir tiene que ver con la utilidad pero también con lo servil. ¿Útil para quién, para qué?

La filosofía interrumpe la idea o el valor de utilidad. 


Video: La filosofía. Mentira la verdad.

lunes, 24 de noviembre de 2014

El conocimiento según Platón.


Para Platón el conocimiento tiene dos ámbitos:
1) Uno del que se puede opinar y del que para los griegos se denominaba doxa, que todos aquellos conocimientos que no necesitan ser demostrables, comprobables, son los conocimientos de la vida cotidiana, del sentido común del que podemos manejar los objetos e instrumentos del mundo que nos rodea y de las personas.
2) El otro conocimiento es el inteligible, el conocimiento real, verdadero o episteme, y que abarca el conocimiento de las matemáticas y el saber filosófico. La inteligencia humana se independiza de lo que percibimos a través de los sentidos para lograr un saber completo sin supuestos.


Para Platón el conocimiento va desde la ignorancia hacia un conocimiento completo, pleno, que nos hace diferente de los animales, las plantas u objeto a través de la experiencia sensible, que pueda ser visto, tocado, manipulado por una persona que lo observó, conversó, convivió. Pero también incluye en este tipo de conocimiento a la imaginación o eikasía, en el que se incluyen los sueños, las fantasías, que no son reales pero simulan serlo. La imaginación se ocupa de imágenes, de copias que tienen la capacidad de confundirnos con el verdadero conocimiento.

El conocimiento de lo sensible es un conocimiento de naturaleza inferior, y es lo que Platón denomina doxa, pero que no es episteme, es decir, el conocimiento verdadero.
También toma distancia de la creencia o pistis, cuya característica fundamental es que la creencia es la incapacidad de dar razón de aquello en lo que se cree. Es práctica, es costumbre, es experiencia personal, pero no es un saber que pueda ser justificado o probado desde lo racional.
La creencia es casi siempre falaz porque los objetos del conocimiento del ámbito sensible son mudables, múltiples, todas las situaciones son diversas y las condiciones cambiantes.


Lo inteligible, en cambio es el conocimiento científico (episteme), en donde, para Platón, hay dos niveles: el nivel inferior corresponde a las matemáticas, el matemático da por supuesto ciertas nociones como la de par o impar, los números, las figuras, las tres clases de ángulos, etc, no necesitan demostración porque son evidentes para todos. El pensamiento propio de la matemática es el pensamiento discursivo o dianoia, que marcha desde los principios buscando la conclusión que se deriva de esos principios. En el nivel superior: ubica a la filosofía, el pensamiento discursivo como la mediación entre la opinión y el trabajo de la inteligencia pura o nous, propia de la filosofía. El nous es la facultad del alma a través de la cual se contemplan las ideas.

La dialéctica tiene por objeto el conocimiento de las ideas, que como tal es puramente intelectual. Es el ámbito propio en el que se desarrolla la filosofía.


Dice Platón: Quien se dedica a la dialéctica está en condiciones de alcanzar, sin el auxilio de los sentidos y mediante el uso de la razón, la esencia de cada cosa, y si no desiste hasta lograr apoderarse, con la sola inteligencia, de la esencia del bien, llegará al término de lo inteligible....


viernes, 31 de octubre de 2014

La ética de la responsabilidad por el desarrollo científico-tecnológico de la humanidad

El desarrollo científico-tecnológico, que ha tenido la humanidad en los ultímos dos siglos, con el inicio de la revolución industrial y el desarrollo del capitalismo, hace al hombre éticamente responsable de esta problemática.
Hans Jonas, en su libro El principio de responsabilidad, sostiene que la ética hasta ahora se aplicaba a la evaluación de la acción con un alcance inmediato. Tenía que ver con el aquí y el ahora, con situaciones concretas de los hombres tanto en la esfera pública como privada. La acción u omisión tenía que ver con aquellas personas que rodeaban al autor de un hecho y que se vieron afectadas por su acción. Pero que no había responsabilidad por efectos posteriores no previstos.
En la actualidad, se ha agrandado la esfera de su acción, lo mucho que hace hoy el hombre traerá consecuencias para la vida futura de los seres humanos. El impacto provocado por la ciencia y la tecnología, en el plano de la vida humana y en la naturaleza es de mucha envergadura. La propuesta consiste en pensar un modelo ético que parta del impacto que produce la tecnología en la naturaleza, de tal manera que se pueda regular el costo futuro por sus acciones.


La tecnología está en un progreso constante y se supera día a día, y su finalidad es lograr un mayor dominio sobre las cosas. Es un inmenso poder el que se está desplegando.
Jonas dice que si la producción invadió el ámbito de la acción, la moral tendrá que penetrar el ámbito de la producción y concretarse en políticas públicas. Hoy en día no existen políticas públicas que legislen con miras al futuro, que tengan como sujeto de derecho a las generaciones futuras.
Este modelo ético parte del imperativo categórico kantiano reformulado de la siguiente manera: “Obra de tal manera que tú quieras que lo que hagas permita seguir manteniendo la vida en el planeta”. La obligatoriedad estará puesta en que la acción que se realizará debe de garantizar la continuidad de la existencia humana. Es importante poner el acento en los efectos que se desprenden de las decisiones que se toman. “No hay derecho a arriesgar la vida de las generaciones futuras a causa del progreso u obrar humano de la actualidad”.
La ética también se interesa por el futuro previsible y el futuro remoto, del que también somos responsables. Las políticas públicas deberían estar orientadas también por los intereses de los no nacidos y de los que aún no tienen poder.

La responsabilidad por el obrar humano está dada por la ética y hoy nos exige:

  • Responder por un acto del cual se es causa, o por su omisión.
  • Responder ante los otros, es decir, por el poder que tenemos sobre los demás.
  • Responder por el futuro, por los efectos de nuestras acciones a largo plazo, en las generaciones venideras.


Este imperativo a diferencia del kantiano, abre un horizonte temporal, exige pensar en “un futuro real previsible como dimensión de nuestra responsabilidad”.


La ética en el mundo actual. ¿La posmodernidad: es una época de búsqueda de consensos?


En una época tan convulsionada por acontecimientos mundiales que conmovieron a la humanidad, la ética es la especialidad de la filosofía que más ha reflexionado, cuestionado y fundamentado el accionar humano. Los planteos acerca de la libertad y la justicia en un contexto mundial regulado por el mercado y los temas relacionados con los avances científicos y tecnológicos, abren el debate acerca de dar una fundamentación universal de las normas conforme a las diferencias existente en cada comunidad; como así también busca plantear problemas de bioética o sobre el impacto ecológico que produce el accionar humano.
La ética solo puede ser comprendida dentro de un desarrollo histórico, y actualmente vivimos una época posmoderna, es decir el paso de la modernidad a la Posmodernidad. Y ¿como podemos entender este cambio?.
Con el nombre de posmodernidad, se hace mención a una nueva época de la humanidad. Las características principales del mundo moderno están sujetas a una crisis profunda, de tal manera que podríamos conceptualizar a la posmodernidad como la crisis de la modernidad.
La pregunta fundamental de ésta época esta relacionada con el interrogante acerca de si creemos que el progreso de la ciencia, de la economía, el arte, le permitirán a la humanidad vivir un mundo mejor. No es facil dar una respuesta fehaciente a esta pregunta, pero nos puede servir para comprender la diferencia entre la modernidad y la posmodernidad.
El hombre moderno es definido como aquél que confía en que el curso de la historia debe de estar orientado por el progreso, y el progreso debería garantizar un futuro mejor que el presente. Por el contrario, la posmodernidad surge del descreimiento, de la desconfianza y hasta del escepticismo. El ser posmoderno no cree que el progreso constituya un bien para la humanidad. Gianni Váttimo, en su libro El fin de la modernidad dice: el progreso se ha vuelto rutina”.
La posmodernidad desvaloriza todos los ideales y expectativas. La falta de confianza en el futuro, junto con la desaparición de los grandes proyectos comunes (ideologías de la emancipación, utopías), dejan un vacío que a menudo es llenado por el pesimismo o el desinterés, que inducen al hombre actual hacia un proceso de aislamiento.
Otro de los filósofos que se ha ocupado de pensar la posmodernidad es Jean Francois Lyotard, que sostiene que la posmodernidad es el resultado de la modernidad, diciendo que: “la posmodernidad es cosa moderna”, y describe a la condición posmoderna como la instancia en la que el hombre se ve cada vez más lejos de incidir en sus acciones en el curso de la historia. Experimenta de que los acontecimientos se han vuelto independientes respecto de sus actos, y que lo que cada hombre puede hacer es demasiado poco.
En cambio, Jürmen Habermas defiende la vigencia del proyecto moderno que debe de ser completado. Destaca que la modernidad se asienta sobre el proyecto de libertad fundado en la razón. Defender el proyecto moderno es defender la necesidad de fundamentar racionalmente nuestras acciones, mantener la autonomía del arte, la ciencia y la moral. Sigue sosteniendo que la racionalidad es la condición de posibilidad de un mundo donde todos y cada uno de los hombres pueden llegar a ser libres.
La transformación consiste en pasar de la filosofía del sujeto a una filosofía de la acción intersubjetiva. Habermas se orienta en pasar del paradigma físico-matemático, que ha dominado la humanidad, al paradigma de las ciencias sociales, y desarrollar una teoría de la comunicación entre sujetos diferente al del sujeto cartesiano.
La posmodernidad es una época producida y dominada por los medios de comunicación (en especial la TV). Para muchos pensadores los medios de comunicación permitieron el acceso a la opinión pública de minorías de todo tipo. Se trata de un proceso de pluralización que hace imposible un punto de vista único acerca de la realidad. Muchos intelectuales pensaron que la simultaneidad de la televisión y la circulación de la información producirían una sociedad más transparente donde los obstáculos de la comunicación fuesen eliminados. Al multiplicarse los centros desde donde surge la información se multiplicaron también los sujetos y las narraciones, lo que dio lugar a una fragmentación de la imagen del mundo.

Los medios de comunicación en la actualidad han producido una cultura del espectáculo cuya finalidad es como dice Alain Finkielkraut: “llenar bien los ojos para vaciar las cabezas”. Solo basta con pensar en los programas periodísticos convertidos en Show, y en Argentina los hay y muchos.
Otro pensador que nos hace reflexionar sobre los medios de comunicación es Jean Baudrillard que sostiene que con el televisor el mundo se nos mete en nuestras casas. Ya no existe límite entre lo público y lo privado, como consecuencia de la invasión de los medios. Su poder simulador produce una realidad poderosa y más real que la conformada entre sujetos y objetos.

Vivimos un mundo más complejo a causa del poder de los medios sobre la formación de una conciencia pública. Un mundo plagado de informaciones y donde la realidad es creada diariamente. Es un desafío vivir este mundo interrogado por la tecnología y la comunicación.
Habermas es quien más se ha dedicado a la tarea de una reconstrucción crítica de la racionalidad como base de una sociedad democrática y como cumplimiento del ideal emancipatorio de la modernidad. Ha desarrollado su propia teoría de la acción comunicativa, la cual constituye una ética del discurso. Como vimos él parte de una racionalidad intersubjetiva que se expresa a través del hablar o de la comunicación. De este modo sustituye la problemática moderna que se centra en la conciencia subjetiva, por una reflexión crítica acerca del lenguaje.
Cuando hablamos hay estructuras universales que sólo pueden ser puestas de manifiesto a través de la crítica. Cuando hablamos un idioma no necesitamos conocer su gramática, tampoco necesitamos conocer los elementos universales que se encuentran en el mismo acto de hablar.
Para Habermas también existe una pragmática contenida en el habla cotidiana como la existencia de estructuras gramaticales y sintácticas.
Hay rasgos universales presenten en el lenguaje. Por ejemplo, cada vez que alguien me dice algo, lo escucho suponiendo que lo que dice es verdad, más allá de que lo que dice sea cierto o no. La comunicación solo se hace posible partiendo de la confianza en la intención. Hay un principio de intencionalidad en toda acción comunicativa.
Muchas veces nos vemos en la necesidad de tomar una decisión conjunta, y ello depende de la legitimidad de nuestra comunicación, es decir de nuestra capacidad de expresar nuestra posición y la de comprender la de los otros.
Una decisión justa es una decisión fundada en el consenso alcanzado mediante la argumentación racional de las posiciones de todos los involucrados.
La validez del juicio ético para Habermas se obtiene a través del consenso construido mediante la comunicación producida con argumentos racionales. Descarta de pleno la posibilidad de aceptar como legítimos aquellos consensos limitados a la opinión de la mayoría. La cantidad no da certezas. La mayoría puede equivocarse. Propone lo que el denomina consenso dialógico-argumentativo que tiene las siguientes características especiales:
  • En la discusión cada uno de los participantes deberá exponer sus argumentos, responder a las críticas, argumentar en función de los intereses propios o del grupo.
  • Cada participante, por el solo hecho de entrar en la discusión, reconoce a los otros hablantes componentes como sujetos de derecho.
  • Los participantes en la discusión deberán renunciar al uso de la fuerza, la amenaza, la manipulación ideológica, el engaño, etc. para defender racionalmente sus argumentos.
  • Un consenso será legítimo y fundamentará una norma moral legítima, cuando se respetan todas las normas de procedimiento.
Habermas reformula el imperativo categórico de Kant. La razón es dialógica, no puede haber excluidos en la discusión, y todos los argumentos deberán ser atendidos. La ética del discurso no aspira a delinear el contenido de las normas morales o los ideales de la buena vida, sino a ejercer una función crítica y legitimar o no los acuerdos políticos, económicos sociales alcanzados dentro de una comunidad histórica o entre las naciones. En este sentido se puede decir que es una ética formal o de procedimientos.
La ética del discurso da pautas para que los sujetos y los pueblos en su variedad cultural puedan determinar lo que es bueno para todos los ciudadanos mediante un debate abierto.


El pensar se desarrolla en el diálogo. Aprender a pensar es aprender a argumentar y a confrontar con los argumentos de los otros.

Lo más destacado de esta idea de Habermas es poder fundamentar las normas básicas de convivencia desde esta racionalidad comunicativa, entendida como los fundamentos éticos de una teoría de la comunicación.


jueves, 30 de octubre de 2014

Kant: La ética moderna.

Las ideas de la ética moderna estuvo representada por el pensamiento de Kant. Las tres ideas básicas de Kant son:
  1. Centralidad de la razón. El sujeto racional es el eje a partir del cual se organizan el saber,el arte y la moral. Se confía en ella como la fuerza transformadora de la sociedad y la historia.
  2. La libertad frente a la naturaleza. El mundo del espíritu es el ámbito de la libertad y de las producciones humanas más elevadas (ciencia, arte, moral, religión, filosofía); mientras que el mundo de la naturaleza es el ámbito del determinismo.
  3. La cultura humana. Se separan los distintos ámbitos de la cultura, ciencia, ética, arte, cada uno con su objeto propio, construyendo esferas que abordan sus cuestiones en forma específica.
El esfuerzo que realizó la modernidad consistió en construir una ética universal, racional, válida para todos los hombres, independientemente de sus creencias religiosas y de sus circunstancias particulares.
La pregunta fundamental que se hace Kant es ¿qué debo hacer?. Con lo cuál podemos pensar que la ética tiene relación con el deber.
Para Kant la ética tiene que ser universal, sus principios deben de ser válidos para todos los seres racionales de modo absoluto y necesario. La moral que se basa en la experiencia particular de un sujeto, sólo tiene un valor aleatorio y particular. La moralidad debe de partir de un principio universal con el cual confrontar las acciones. Este principio de la moralidad reside en la razón y no puede derivarse de las sensaciones, inclinaciones o deseos sino que debe determinarse a priori a la voluntad. Esto significa que para Kant la ética debe de ser racional. La naturaleza le dio, a la voluntad, la razón como directora. La razón sacrifica los intereses de los impulsos y con ellos la propia felicidad.
Kant piensa que: debe de haber un propósito más digno que la felicidad al cuál está destinada la razón y al que deben de subordinarse todos los fines particulares del hombre”. Y con ello la felicidad.

¿Qué es la buena voluntad?


La voluntad es la capacidad para determinarse a sí mismo a obrar según un principio universal de la razón. Porque nada es en sí mismo bueno ni malo. Dice Kant: “Los talentos del espíritu; el valor, la decisión, la perseverancia en los propósitos, como cualidades del temperamento, son sin duda en muchos aspectos buenos y deseables; pero también pueden llegar a ser malos y dañinos si la voluntad que ha de hacer uso de estos dones de la naturaleza (…) no es buena”.


El poder, la riqueza, la fama, el éxito, la felicidad dependen de una buena voluntad que los acomode y los ordene a un fin concreto. La voluntad humana no siempre actúa conforme con la razón, a veces está sometida a condicionamientos subjetivos, esto es a impulsos o deseos.
Cuando la voluntad es determinada por un objeto que se desea, este principio es material o empírico. La decisión depende del sentimiento de agrado o desagrado que cause ese objeto, o sea, del placer. Por ejemplo: una persona que abandona un trabajo importante, por concurrir a una fiesta o no devolver un dinero que pidió para irse de vacaciones.
Cuando el principio que determina a la voluntad es la ley de la razón, este principio es formal, y la voluntad se determina a priori, significa que el principio por el cual actúa no lo saca de la experiencia, sino que lo encuentra en sí misma.
La voluntad no depende de ninguna sensación de agrado o desagrado, de ningún deseo, de ninguna necesidad, sino sólo de sí misma, de lo que la razón determina.

Una voluntad buena en sí misma es aquella que:
  1. Actúa por deber y no conforme al deber.
  2. Es autónoma porque es de suyo legisladora, es decir, es libre para darse a sí misma su propia legalidad.
Kant en la primera afirmación está indicando la diferencia entre moralidad y legalidad. Una voluntad moralmente buena actúa siempre por deber. Por ejemplo: en esta época de alta inflación, un comerciante, pensando en mantener e incrementar su clientela, cobra lo justo por sus mercaderías que vende sin estafar a sus clientes, podemos decir que este proceder es honesto. Pero ¿Es éste un comportamiento moral? Kant dirá que no se lo puede considerar un acto moral, porque si bien se cumple con el deber, la acción realizada es un medio para su satisfacción. Este ejemplo sería una acción conforme al deber pero que no tiene valor moral.
Una acción es hecha por deber cuando el sujeto la realiza sin otro fin que el deber mismo. Es el ejemplo de aquél comerciante que cobra lo justo porque es lo que debe de hacer, y no para sacar beneficio de ello.
Sólo una acción hecha por deber tiene valor moral; y el deber es la necesidad de acción por respeto a la ley.

El imperativo categórico.


¿Cuál es la ley que toda acción humana debe respetar para ser considerada moralmente buena?

Kant plantea la diferencia entre máximas y leyes prácticas. Las primeras son principios subjetivos de la acción, pero que son válidas sólo para el mismo. Las máximas son principios subjetivos de la acción. Las leyes prácticas son principios objetivos de la acción, o imperativos, o sea, “un deber que expresa la obligación objetiva de la acción”
Los imperativos ordenan a obrar porque indican lo que toda persona debe hacer. Si bien el hombre es un ser racional, no es la razón el único motivo que determina la voluntad. Ésta también puede dejarse determinar por las inclinaciones, los deseos, las necesidades. De otra forma, el hombre no quiere siempre lo que se debe, es necesario que se rija por imperativos que le dicta la razón.
Estos imperativos pueden ser hipotéticos o categóricos. Los primeros determinan la voluntad en función de cierto fin deseado, son más bien preceptos de habilidad. Por ejemplo: “se debe de trabajar y ahorrar en la juventud para no morir de hambre en la vejez”. Este precepto práctico de la voluntad surge de la razón pero no se puede exigir por igual a todos los hombres. Este imperativo está condicionado al sujeto.
Un imperativo categórico cuando ordena a obrar de un modo necesario a todos los hombres por igual, independientemente de las condiciones subjetivas. Por eso son leyes prácticas. Dice Kant, que la ley moral es “un imperativo que ordena categóricamente porque la ley es absoluta; la relación de la voluntad con esta ley es de dependencia y es obligatoria, es decir es una imposición para una acción que se llama deber”.
Esta ley no indica de que debe de hacerse esto o lo otro, sino que conserva la forma pura de la legalidad. Esa ley es así: “Obra de tal manera que quieras que la máxima de tu voluntad se convierta en ley universal”.
Lo que vale para una persona debe de valer para todos en la misma situación. Este es el imperativo categórico, una ley moral, principio absoluto y fundamento de la moralidad, es porque es principio objetivo universal. La acción realizada por respeto a la ley es el deber, y cumplir con el deberes la condición de una voluntad buena en sí misma.


Por ejemplo: Si voy por la calle y veo que a alguien se le cae una billetera y sigue su camino sin darse cuenta, y en ese momento nadie me está observando lo que sucede, ¿qué debo de hacer?. Puedo quedármela porque total nadie me está viendo y la otra persona no se dio cuenta, o puedo devolvérsela. ¿quién determina en este caso lo que está bien y lo que está mal? Kant diría: la ley moral ¿Cómo debo de proceder? Debo de confrontar el principio subjetivo de mi acción con la ley moral: si cumple con lo que esta ley indica, la acción es buena y debe de ser realizada, no no, es mala, por lo cual debe de evitarse. 



miércoles, 29 de octubre de 2014

¿Qué es la ética?


La ética es una disciplina que reflexiona sobre el obrar humano. Es un saber práctico que tiene como objeto de estudio las acciones de los hombre fundamentadas en la sensatez.
El hombre puede actuar de determinadas maneras por tratarse de un Ser libre. La ética humana se preocupa por la realización del bien. Adquiere una dimensión social porque este obrar está referido a las demás personas. Se relaciona con la vida ciudadana o política.


Sócrates destacó el carácter individual de la moral y, a diferencia de él, Platón y Aristóteles concibieron a la ética en relación directa con la política. La búsqueda del bien propio y del bien común constituyen un problema ético que resurge constantemente en la historia de la filosofía.
Kant y Hegel revivirán esta cuestión en el mundo moderno, y el debate continua hasta nuestros días con posiciones encontradas entre universalistas y comunitaristas.
La ética se pregunta sobre: ¿qué debo hacer?. El esfuerzo consiste en argumentar racionalmente en cuestiones morales, que a través del diálogo permite la formulación de principios universales. Por ejemplo, en la actualidad los derechos humanos, constituyen principios de valoraciones comunes a todos los hombres.
La ética, no es ajena a ninguna persona en tanto poseedores de capacidad de hacernos responsables de nuestras acciones. La ética es una formulación de carácter moral que nos permite obrar bien y ser buenas personas. Los escépticos, relativizan el alcance de esta tarea y los fundamentalistas que creen resolver la moral acorde a sus convicciones. La ética nos enseña a hacernos cargo del sentido de nuestras acciones, sus motivaciones y consecuencias.
Podemos abordar el término ética, simplemente si entendemos que el mundo es nuestra casa. La palabra ética, proviene del griego y significa habitar, morar, lugar donde se habita. Podemos definir a la ética como el aprender a habitar, a ser habitantes de esta casa, de la ciudad, de este mundo. Además significa: hábito, costumbre.
La ética es el ejercicio de nuestras libertades que nos hace capaces de gobernarnos a nosotros mismos. La ética nos enseña a ser libres, a tener el gobierno de nuestras propias acciones que van conformando nuestro Ser. Aprender a habitar significa aprender a practicar los hábitos que nos permiten realizar el bien y ser buenos. Es la formación de un carácter moral que, desde su opción por el bien, pueda hacer frente a los cambios y conflictos que se van presentando a lo largo de la vida.
Habitar el mundo aprendiendo a elegir es aprender a ser sabios. La sabiduría y la prudencia son las que nos permiten determinar qué es lo que debe ser hecho, y cuándo y cómo hacerlo.
El hombre es un Ser moral en tanto es libre. En tanto nos hacemos cargo de la libertad comenzamos a reflexionar sobre el bien. Existe la ética en tanto existan hombres que quieran ser felices.



En la Grecia Antigua, las primeras ideas de ética se relacionaron con la belleza. Se trataba de adquirir una forma de vida capaz de armonizar las fuerzas de las pulsiones y las de la razón. La ética es el arte de la bella formación de sí mismo, es una estética del bien. En esto reside la belleza del bien: en lo que supo hacer cada uno consigo mismo, a lo largo de su vida.
Tampoco era para los griegos una moral individual del deber. Esto surgirá con el cristianismo y se afianzará en la modernidad. La ética griega es inseparable de la polis, es decir, de su comunidad política.
La polis es el espacio conquistado por el hombre, donde es posible la vida humana. Fuera de la ciudad amenaza lo bárbaro, lo irracional. Por eso era para los griegos muy importante el cuidado de la ciudad, la armonía de sus leyes y de las instituciones que la componen: la familia y el Estado.
Lo bárbaro habita también en el interior de cada uno, de ahí, la necesidad de formarse a uno mismo, trazando la buena frontera del buen límite, sabiendo elegir entre lo que contribuye a la armonía y lo que introduce la discordia o la división. En esto consiste la vida virtuosa, en saber elegir el bien, que produce la armonía en cada uno y en la comunidad, frente al mal que produce la separación y la discordia.
Eudomonista es la denominada ética de Aristóteles, que considera la felicidad como el bien supremo, el fin último de los actos humanos. Todos los hombres desean ser felices, aunque para cada uno de ellos la felicidad represente cosas distintas.
La ética aristotélica se pregunta: ¿en qué consiste la felicidad?.
En su obra “Ética a Nicómaco”, dice: “todo arte, toda investigación y toda elección parecen tender a algún bien. El bien es aquello a lo que todas las cosas tienden”.
El bien es la meta deseada por nuestras acciones, pero al haber múltiples acciones, hay múltiples cosas a las que consideramos bienes. Por ejemplo: el fin de la medicina es la salud, y la salud es considerada un bien a diferencia de la enfermedad.
Lo mismo podríamos decir de las riquezas y de todas las otras cosas a las que llamamos bienes. Aristóteles nos dice que estas cosas son un bien en la medida en que nos permiten ser felices, por eso no llamaría bien a la riqueza si produjera la muerte por causa de ella.
Entonces, según Aristóteles, desear el bien es desear ser felices. Pero, la ética es una especialidad práctica de la filosofía, por lo tanto, el problema no está sólo en el desear, sino en el hacer. La pregunta es cómo ser felices. La respuesta es aprender lo que nos dice Aristóteles acerca de la virtud.
Si la felicidad es el fin último al que aspira el hombre y que lo hace más pleno, entonces, debe de consistir en la disposición permanente de la voluntad hacia el bien. Esto es la virtud para Aristóteles.


La virtud es un hábito que nos permite hacer las cosas bien. Por ejemplo, aquél que sabe tocar bien el piano, es un buen pianista porque tiene la virtud de tocarlo bien.
Las virtudes se forman mediante un forzado ejercicio. La virtud exige una elección voluntaria, pone en juego el intelecto y la voluntad del hombre. Al ser la virtud una elección voluntaria es objeto de reflexión y de elección deliberada; por eso, el conocimiento es un momento importante en la formación de la virtud, sin ser la virtud sólo un producto del conocimiento.
Hacer el bien implica, según Aristóteles, hacerlo.
Entonces, podemos definir a la virtud como la disposición permanente del carácter (ethos) para obrar bien.
Consecuencias:
  1. Nadie puede considerarse virtuoso porque realizó un acto bueno.
  2. Nadie nace virtuoso, sino que más bien llega a serlo.
Conclusión: se llega a ser virtuoso a través de acciones reiteradas conformes a la virtud. La virtud es un hábito que se adquiere con el ejercicio: realizando actos de justicia es como el ser humano se va haciendo justo.
Aristóteles define a la virtud como el justo medio entre dos extremos viciosos, uno por la carencia y el otro por el exceso. Por ejemplo: el coraje es el justo medio entre la cobardía y la audacia desmedida. La generosidad es el justo medio entre la avaricia y el despilfarro. Para determinar el justo medio exige discernimiento, y para ello es necesaria la prudencia. “La virtud es por lo tanto un hábito selectivo, consistente en una posición intermedia entre nosotros, determinada por la razón, y tal como lo determinaría el hombre prudente”.


La prudencia es una virtud diaforética indispensable para las virtudes morales. Se trata de un “saber ver” que implica saber qué es lo que hay que hacer, cuándo debe ser hecho, cuál es el momento oportuno para hacerlo, y cómo debe de ser hecho.
El aprendizaje de las virtudes morales se logra a través de la educación.
En la actualidad solemos identificar la felicidad con formas de vida placenteras. En este sentido felicidad y placer parecen ser sinónimos.
Aristóteles reconoce una tendencia natural del ser humano al placer, porque el placer está en una íntima relación con la naturaleza humana ya que los hombres prefieren las cosas que son placenteras y huyen de las penosas. Y esta relación relación ha sido objeto de muchas discusiones. Están quienes identifican el placer con el bien y otras que lo consideran un mal absoluto porque sostienen que el hombre tiende a depender de los placeres.
Aunque Aristóteles aclara que no se puede identificar el placer con el bien, porque hay placeres que son reprochables y hay acciones que deben de ser realizadas porque son buenas aunque no proporcionen placer. Es decir que no se rechaza el placer, sino que se lo incorpora a la reflexión ética.
Si hablamos de actos buenos o actos malos, podemos decir que el placer que acompaña a un acto bueno o virtuoso será un placer honesto, y el que acompaña un acto malo será un placer perverso.
Los placeres buenos serán los que resulten tales al hombre virtuoso, ya que éste se complace en el bien y encuentra desagrado en el mal.
Aristóteles señala que es mucha la corrupción que hay en los hombres; por es necesario no perder el gusto por el bien. El hombre corrupto, ha perdido esta sabiduría, y pone el placer en actos que son reconocidamente vergonzosos.
No ignora Aristóteles que la felicidad requiere de otros bienes como tener salud, reconocimiento social o dinero, pero él no se identifica con ellos, porque el hombre virtuoso no depende de las cosas ni de los placeres que éstas pueden brindarle.
Si la felicidad se identificara con el placer, cualquier adversidad la haría fracasar, pero como la felicidad radica en la vida virtuosa, esto es en la fidelidad al bien, la adversidad será ocasión para ejercer la grandeza del alma. Aquél que elige una vida orientada a producir el bien podrá ser feliz aunque en momentos pase por situaciones adversas.
La práctica del bien no queda circunscripta a la realización individual sino que implica el bien para todos, de la comunidad. “Es cosa buena hacer el bien, pero es más bello y divino hacer el bien común”... Dijo Aristóteles.
La ética alcanza su plena realización en la política. La vida política tiene como fin la realización del bien común, a través de la práctica de la justicia. Esta tarea le corresponde al Estado, ya que debe de procurar la felicidad de todos los hombres. La justicia es la base de la vida del Estado. Sólo en la comunidad política puede el hombre satisfacer sus necesidades intelectuales y biológicas.

El Estado debe de ser el primer educador en la virtud; los hombres formados en virtudes perfeccionan su naturaleza y elevan la vida en la comunidad.



lunes, 6 de octubre de 2014

¿Qué es la metafísica?.

Edad Antigua.

El primer filósofo que utilizó el termino metafísica fue Aristóteles, denominó así al saber, que luego se llamo filosofía.
La metafísica es la ciencia mediante la cual la inteligencia desea conocer su propio objeto.
¿Tiene la inteligencia un objeto o conoce los objetos que le proporcionan los sentidos?
La metafísica trata de determinar la existencia de un objeto suprasensible, es decir que está “más allá” de nuestros sentidos y que pertenece a la inteligencia.
Los problemas de la metafísica están relacionados con la existencia del mundo de las ideas, la existencia de Dios, la inmortalidad del alma, son ejemplos de ello y hacen que la metafísica recorra toda la historia de la filosofía.
Podemos decir que la metafísica tiene su origen en Platón, pero los antecedentes más importantes de la metafísica los encontramos en Heráclito y Parménides.
Heráclito llamó Logos a la unidad de todo lo existente.
El logos es el principio de unidad de todas las cosas. El devenir de todo lo que es se halla gobernado por el logos
Parménides se dedico a pensar la unidad de todas las cosas, de lo cual llamó Ser. Dice: “El ser es, y el no ser no es”. Esta afirmación se ha convertido en uno de los principios fundamentales de la racionalidad occidental.
Platón tenía el convencimiento de que el conocimiento percibido a través de los sentidos era relativo, porque muestran una realidad múltiple y cambiante. Decía que hay muchas cosas bellas y muchas cosas buenas y que a cada conjunto le corresponde una idea única: la idea de belleza, la idea de bien. De este modo, muchas cosas bellas son vistas pero no pensadas, en cambio la idea de belleza es pensada pero no vista, es sólo vista por la luz de la inteligencia.
Entonces: ¿Cuál es el fundamento último de esta realidad que se presenta a nuestros sentidos como inconstante, perecedera y mutable?
La filosofía es quién se ocupa de dar respuestas a estas preguntas.
Platón responde que el fundamento del ámbito visible debe de buscarse en lo inteligible, que es el fundamento de las ideas. Las ideas no están en las cosas visibles, son de naturaleza inteligible.
Platón diferencia lo sensible de lo inteligible, la idea de la cosa. Para Platón hay dos mundos uno inteligible (de las ideas) y otro mundo sensible (de los sentidos). La verdad de todas las cosas se encuentra en el mundo inteligible donde la inteligencia humana conoce las ideas.
Las ideas, o lo que las cosas son en sí, constituyen la máxima perfección con que algo puede ser pensado, y por ende es todo aquello que las cosas cambiantes e imperfectas del mundo aspiran. La bondad, la belleza, la justicia, son ideas (arquetipos) que vamos conociendo en la medida en que buscamos la verdad. Las ideas son verdaderas en sí mismas, en tanto que las cosas sólo lo son en la medida en que nos remiten a ellas.
Una persona puede realizar un acto de justicia y ser un hombre justo, pero nunca podrá ser él la justicia. La justicia es una idea que modela intelectualmente nuestro ser y nuestras acciones.
Las ideas, no son simples conceptos, meras representaciones mentales que dependen del sujeto que conoce y que pueden ser comprendidas como relativas a este sujeto, su época o su historia.
Las Ideas son el verdadero ser, el ser por excelencia, lo que hace que las cosas sean lo que son. Esto es lo que le da su permanencia, su inmutabilidad.
Aristóteles sostiene que la verdad de las cosas (de los entes) nos remite a las cosas mismas, que el objeto de la inteligencia está en ellas (en el ente mismo). De lo que se trata es de conocer aquello que hace que algo sea lo que es. Aristóteles habla de un principio de permanencia que se encuentra en cada ente, al que le da el nombre de ousía (sustancia), la sustancia se distingue de los accidentes porque permanece idéntica a sí misma e indica lo que cada ente es en sí.
Para Aristóteles. La filosofía (metafísica) tiende al conocimiento de los primeros y últimos principios, y es la ciencia a la que los hombres pueden aspirar. La metafísica es para Aristóteles lo que “contempla al ente en cuanto ente”.
A su vez dice que cada ente está compuesto por dos principios irreductibles el uno y el otro: materia y forma.
Todo ente, sea del material que sea -madera, piedra, etc- posee materia; y a su vez esa materia no se encuentra en un estado amorfo, sino que está determinada por la forma. La forma es la que hace que ese ente sea la cosa que es y no otra.
Además agrega otras para pensar el ente en movimiento, éstas son: la potencia (dymanis) y el acto (energeia). La potencia señala el poder ser de cada ente, el acto indica lo que el ente es. Así, la potencia está comprendida en el acto, como la planta lo está en la semilla o el hervor en el agua.
Materia y forma, potencia y acto, se completan incluyendo la causa eficiente y la causa final. La causa eficiente es aquella que efectúa el cambio, es decir, el pasaje de la potencia al acto. Por ejemplo, la humedad del medio es causa eficiente de que la planta contenida potencialmente en la semilla brote, se convierte en acto.
En este acto efectuado se ha desarrollado un ente que antes sólo existía en potencia. Algo que podía ser, ahora es, ha alcanzado en este sentido el fin de su desarrollo, ha alcanzado su causa final, donde cada ente encuentra su perfección.

Edad media.


Las obras de Aristóteles sumadas a la tradición judía y los pensadores cristianos fueron la clave para entender la metafísica como sabiduría de occidente.
La primera etapa de la filosofía en la era cristiana se la llamó patrística, que se fue configurando con escritos teológicos y apologéticos en donde se desarrollan problemas filosóficos. En la patrística griega podemos nombrar a filósofos como Clemente y Orígenes de Alejandría, y de la patrística romana es San Agustín. La iglesia se preocupó por conformar una doctrina cristiana y protegerla de las deformaciones de la fe, las herejías y desviaciones doctrinales del paganismo.
La cultura cristiana incluyó considerablemente en la cultura cristiana. Los textos bíblicos no fueron filosóficos, pero introdujeron ideas y problemas que cuestionaban la visión del mundo y del hombre construida en la Grecia antigua.
La revelación divina, generó la necesidad de delimitar el ámbito de la razón y de la fe, de la filosofía y la teología.
Los mensajes bíblicos fueron objeto de consideración durante la Edad Media y sus ideas principales fueron
  1. La concepción de un Dios único, trascendental, todopoderoso y personal.
  2. Dios como creador del mundo.
  3. El hombre como amo y señor de la naturaleza.
San Anselmo inicia la etapa de la filosofía medieval llamada escolástica, surgida de las escuelas de las catedrales, los conventos y las universidades. La enseñanza se realizaba a través de la Lectio, en la que el maestro comentaba textos de autores reconocidos, y a partir del siglo XIII se agregó la Disputio en la que se producía un diálogo entre el maestro y sus discípulos a favor o en contra de una determinada tesis.
La idea de San Anselmo era la de pensar mediante categorías racionales los datos revelados, es decir, aclarar con la razón lo que ya se conocía con la fe. Este método racional no resuelve los misterios de la fe pero muestra los problemas planteados por la revelación que no son tan absurdos e impensables.
La razón sirve para para desentrañar las verdades de la fe. Anselmo plantea probar la existencia de Dios. No solo hablan de Dios los creyentes sino también los que no que no conocen la revelación de la palabra de Dios y los que no creen en Él. Hablar de Dios significa referirse a ese ser infinitamente perfecto. Por lo tanto, la inexistencia de Dios no puede ser afirmada.
La idea de Dios como ser infinitamente perfecto exige que este ser no sólo exista en la mente del hombre sino también en la realidad. Luego en el siglo XIII, a este argumento se le dio el nombre de ontológico porque del análisis de la idea de Dios se deduce su existencia. Hay correspondencia entre ser y pensar. Dios es Dios y no puede haber nada más grande ni más perfecto.
Santo Tomás de Aquino, fue quien más influyó en el pensamiento cristiano, fue considerado el genio metafísico de la Escolástica. Su pensamiento Aristotélico se caracteriza por su claridad argumentativa y fundamentación lógica. Conoció los textos de Aristóteles traducidos del griego al latín, ya que hasta ese momento sólo se conocían sus teorías a través de los filósofos musulmanes.
Hizo un esfuerzo por reconciliar la fe y la razón, creó una síntesis filosófica de las obras y enseñanzas de Aristóteles y de San Agustín, de filósofos árabes como Averroes y Avicena, de pensadores judíos como Maimónides y de sus predecesores en la tradición escolástica.
Dice Santo Tomás: “Existen algunas verdades que superan todos los poderes de la razón humana, por ejemplo que Dios es uno y trino. Hay otras verdades a las que se puede llegar a través de la razón natural, por ejemplo que Dios existe, que Dios es uno, y otras semejantes”.
Desarrolló cinco vías posibles para probar la existencia de Dios:
  • la vía del cambio,
  • la de la causalidad eficiente,
  • la de la contingencia,
  • la de los grados de perfección,
  • la de la finalidad.
Durante el siglo XIV el nominalismo surge como resultado de la decadencia de la escolástica. Guillermo de Ockham, será un exponente de este período.
Surge un nuevo método de investigación centrado en la experiencia, las reacciones en contra de la teocracia y en favor del pluralismo, la primacía del individuo, etc, se convertirán luego en los temas principales de la filosofía moderna.
El mundo moderno va a concebir al pensamiento como fundamento de todo lo real. La metafísica pasa de estar centrada en la sustancia (medioevo) a una metafísica del sujeto (edad moderna).

Edad moderna.

Rene Descartes el padre de la metafísica moderna. Posibilitó el nuevo punto de partida de la filosofía.
La construcción de un sistema de pensamiento que parta de principios claros. Axiomas de los cuáles se puede deducir toda una serie de afirmaciones fundamentales para el sistema, guiados por un método, para que las deducciones efectuadas tengan la garantía de evidencia.
Para Descartes, el pensamiento debe de partir del propio pensamiento, lejos de todo criterio de autoridad (la iglesia, la tradición, la naturaleza), y esto lo expresa a través de la duda, desde donde a partir de ella busca eliminar todo prejuicio para llegar a un punto firme del que no se puede dudar más y que sirva como piedra fundamental donde asentar el sistema.
Duda de todo aquello que no se presente con evidencia y aceptar sólo lo que se conozca de un modo claro y distinto. Puedo dudar de todos los contenidos de mi pensamiento, del dato de los sentidos, de lo que he aprendido hasta el momento, pero no voy a poder dudar de que yo, que dudo, estoy pensando. Y este saberme pensante me revela mi ser, es decir: “yo pienso, luego existo”.Pienso, luego soy”.
Esto inaugura una nueva época. El sujeto moderno es el acto fundacional de la modernidad.
Pienso, luego soy” afirma la identidad de ser y pensar. ¿Quién es este yo? Ese sujeto que sabe que piensa, y sabe que todo pensamiento es posible porque se sabe a sí mismo pensante, que piensa.
Este saber que el sujeto tiene de sí mismo se llama conciencia. El yo, el sujeto, es la conciencia. La conciencia es conciencia de un objeto. Por ejemplo: soy consciente de que estoy leyendo esto, la conciencia es consciente de sí misma, soy consciente de que soy yo el que lee, el que piensa lo que lee, el que imagina, el que siente, el que se cansa de escribir o de leer.
Soy consciente de mí como sujeto de todas esas operaciones. Este sentido reflexivo, de volver el pensamiento sobre mí mismo, se llama autoconciencia. La conciencia es conciencia de sí misma, autoconciencia.
Kant va a expresar su amor por la metafísica y su admiración por la ciencia. Con la metafísica quiere obtener el mismo logro que Newton tuvo con la ciencia. Considera a las doctrinas metafísicas como sueños racionales
Tuvieron influencia en Kant los pensamientos de Leibniz y Hume.
Las cuestiones que la razón humana no puede evitar ni tampoco resolver son por ejemplo: cuando decimos que “Dios existe” o “El Ama es Inmortal”. No se dan por la experiencia, nuestra razón se ve arrastrada por los juicios más allá de sus límites y la pueden inducir al engaño o al error. Los temas inevitables de la razón humana son Dios, Libertad, Inmortalidad. La ciencia que trata de resolver estas cuestiones es lo que llamamos metafísica.
La metafísica es un saber que está en constante avance y retroceso, cuando alguien la aborda cuestiona los dichos anteriores y comienza un camino nuevo, que la convierte en constantes discusiones y aleja a la metafísica por el camino seguro de la ciencia.
Kant cuestiona la metafísica de su época y cuestiona la posibilidad de tal conocimiento. Es necesario que la razón se conozca a sí misma, determine sus límites y sus posibilidades, como así también todos los principios que le son propios para lograr el saber dentro de sus límites que pueden ser transgredidos y tornarse ilegítimos. A este proceso es lo que Kant llama Crítica a la Razón Pura.
El uso dogmático de la razón se opone a la crítica, por tratarse de una confianza que no cuestiona el fundamento, ni la legitimidad de sus afirmaciones, produciendo descreimiento e indiferencia.
Kant no duda de la matemática o de la física, como de las ciencias. La prueba la tiene en la física matemática de Newton, que domina el horizonte científico.
¿Es posible la metafísica como ciencia? La metafísica es una realidad como disposición natural de la razón, pero no es suficiente y Kant se pregunta sobre la posibilidad como ciencia, porque la metafísica no puede continuar por el camino que viene transitando porque genera más confusión, oscuridad y desprestigio. Por eso es necesario cambiar el método y esta es la finalidad de la Crítica a la Razón Pura.
La ciencia tiene como límite el fenómeno y la razón no puede ir más allá de éste. La metafísica, por el contrario, aspira a alcanzar lo intangible (el noúmeno), que como tal es incognoscible, que la induce a contradicciones. Kant las llama antinomias, porque quiere abordar por la vía del conocimiento teórico aquello que no puede ser conocido de de esta manera.
Plantea la diferencia entre conocer y pensar. Hay objetos que no pueden ser conocidos pero que pueden ser pensados. Puedo pensar lo que quiero siempre y cuando no me contradiga. Por ejemplo, puede pensar en la inmortalidad, pero no implica conocimiento alguno.
Las cuestiones de la metafísica tradicional -Dios, Alma, Mundo- son ideas que sirven para unificar y regular los conocimientos. Por ejemplo, debemos unir todos los fenómenos y las operaciones de nuestra experiencia interna (vivencias) a la idea de alma, como sustancia única a pesar de que cambien sus estados.
Si la ciencia no nos permite conocer las cosas tal como son en sí o lo inteligible (el nóumeno), entonces ¿cuál es el camino para llegar a él?.
Kant sostiene que el camino es el de la Ética. Va a diferenciar el uso teórico de la razón al uso práctico. En el uso teórico, la razón se aplica al conocimiento de los fenómenos y por ende debe atenerse a los límites de la experiencia; es el camino de la ciencia. En el uso práctico, se reflexiona sobre los principios de la acción; es la aplicación de la moral.
La metafísica no puede ser concebida como ciencia, pero el horizonte metafísico se encuentra en la moral. Por ejemplo, para explicar la existencia de una ley moral en nosotros debemos admitir la libertad, pero no como concepto teórico sino como un hecho de la razón práctica. Descubrimos la libertad cuando juzgamos que algo debe ser o ser realizado.
Con Hegel, la filosofía moderna logra su máxima expresión y da inicio a un pensamiento contemporáneo.
Hegel dedicó su vida a dar lecciones sobre temas como: el derecho, la física, las matemáticas, la química, el arte, la teología, considerándolos desde el punto de vista filosófico.
Hegel dice que la filosofía había perdido su modo propio de pensar por haber adoptado otros métodos que provenían de otras ciencias como la matemáticas (Descartes y Spinozza) y la física mecánica (Kant).
Hegel pensó que la filosofía debía recuperar su método propio y desarrollo su Método Dialéctico o especulativo. Nuevamente la filosofía encuentra su objeto y no se queda pensando en los conocimientos que las ciencias producen.
La filosofía era para Hegel una idea absoluta. Esta idea es desarrollada en tres obras que componen sus sistema:
  • La fenomenología del espíritu.
  • La enciclopedia.
  • La lógica.
Hegel posee un profundo conocimiento de la historia y de la historia de la filosofía, a la que le asigna mucha importancia. Sobre el pensamiento de Hegel han influido Kant y Spinozza, pero también los filósofos de la Antigua Grecia como Heráclito, Parménides, Anaxágoras y Platón – Aristóteles.
Hegel es el filósofo del devenir. El ser es contiene la contradicción en sí mismo y pone en marcha el proceso conceptual. El concepto es la unidad en la contradicción producida por el pensamiento. Por ejemplo, en el concepto frío-calor. La verdadera contradicción se encuentra en el concepto que los relaciona y unifica.
Para Hegel el curso de la historia es racional, es decir, responde a este proceso de contradicción y de unificación de la idea.
Hegel sostiene que: “Todo lo racional es real, y todo lo que es real es racional”.
La filosofía consiste en concebir la racionalidad de lo real.
Para Rudolf Carnap, los problemas que plantea la metafísica son sólo cuestiones ilusorias de nuestros razonamientos cotidianos.
La metafísica expresa una actitud frente a la vida, pero no tiene valor como teoría. Para que una proposición tenga sentido tiene que ser verificable, si se afirma algo tiene que afirma un hecho de experiencia, porque lo que no es empírico no puede ser ni pensado ni preguntado. No hay preguntas ni problemas metafísicos. Por lo tanto el neopositivismo que propugna Carnap y la filosofía se contrapone a la metafísica.
Martín Heidegger es el filósofo que más se ha ocupado de la metafísica. En su libro Ser y Tiempo en la que se reformula la pregunta por el ser. También en otras obras como ¿Qué es la metafísica? Introducción a la metafísica o Kant y el problema de la metafísica.
Sostiene que la metafísica desde hace mucho tiempo ha dejado de cuestionarse por el sentido del ser. Vivimos en un mundo rodeado de cosas (entes), sabemos como nombrar a cada una de ellas, sabemos que estas hojas que tenemos frente a nosotros se llaman libro, usamos estos entes, los clasificamos, damos por hecho que estos entes son, pero que no sabemos que cada uno de ellos es. El ser se ha convertido en lo más obvio, por ello hemos perdido el camino que lleva al pensamiento a preguntarse por el ser.