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miércoles, 7 de junio de 2023
domingo, 30 de abril de 2023
Una clase de filosofía
miércoles, 29 de marzo de 2023
DYSPHORIA MUNDI
lunes, 23 de enero de 2023
El fascinante cielo
Un prólogo para un libro
jueves, 15 de diciembre de 2022
La infame razón Aristotélica
Aprendizajes significativos
sábado, 29 de mayo de 2021
ARQUEOLOGÍA DEL SABER.
Foucault, caracterizado como el filósofo del poder, teniendo como punto de partida a Nietzsche y Heidegger, propone un cambio fundamental en la filosofía contemporánea en cuanto a la interpretación tradicional del conocimiento. Comienza a hablar de “Arqueología del saber”, reemplazando a “teorías del conocimiento”.
La arqueología no se preocupa de conocer las “cosas en sí”. No hay teorías
del conocimiento. Hace una profunda crítica al conocimiento.
La arqueología utiliza un instrumento que lo denomina “análisis de los
discursos”, reestructurando y analizando tres nociones, conceptos o aspectos: el conocimiento, el saber y la verdad.
a) El discurso. A Foucault
no le interesa como se manifiesta la cosa, es “algo”, es un material
incorpóreo, una relación entre los enunciados. Al discurso se lo reconoce por
sus efectos que tienen significación (el discurso es cualquier cosa provista de
significado). Efecto de exclusión:
(siempre queda algo afuera de lo que quiero decir) Efecto de dominación: (los discursos imponen
criterios y se establecen relaciones asimétricas en distintos órdenes). No se
habla de cómo se ve, sino como se explica. Lo único que cuenta es lo que se
dice. Más allá del discurso no hay nada, por lo tanto, quien elabora el
discurso dominante organiza una aprehensión de lo inteligible. Organiza una
manera de entender lo que pasa.
b) El saber. El tema de
la arqueología es el saber, que se busca acceder a través del análisis del
discurso. El saber se entiende dentro de un contexto en el que se dice, como un
complejo de elementos discursivos (enunciados, relaciones entre enunciados) y
no discursivos (prácticas instituciones, sociales e ideológicas). El saber no
es lo mismo que conocer o “lo que se conoce”.. entendido como un complejo de
elementos discursivos, el saber es generador de una práctica ejercitada al
nivel de los discursos. La elaboración del discurso es una manera de entender
el mundo y las cosas. Las prácticas discursivas son dinámicas e históricas, el
saber es la forma en que se entiende el mundo en cada momento histórico; es una
construcción histórica generada a partir de los discursos, donde se reorganiza
la experiencia que es aquello que se conoce o que puede conocerse, o de acuerdo
al principio de exclusión aquel conocimiento que no se quiere conocer. Por lo
tanto, todo conocimiento está
subordinado, condicionado por el saber.
c) El conocimiento es un tipo de violencia ejercida sobre las cosas. ¿Por qué es un tipo de violencia? Porque el
discurso fuerza o condiciona a las cosas a ser del modo en que el discurso
dominante las organiza. El efecto que el discurso produce sobre el conocimiento
y su objeto real no existe identidad ni semejanza. Esta postura rechaza la idea
del conocimiento como representación o como reproducción del objeto en el
sujeto. El conocimiento no tiene referencia en la realidad exterior. El conocimiento
está subordinado al saber. Conocer es producir las condiciones para comprender
las cosas. El discurso genera un conjunto de reglas que posibilitan la
aparición de lo cognoscible. El discurso impone reglas que él mismo produce,
para poder entender lo que ocurre. El conocimiento es una producción cultural,
por lo tanto, lo que se conoce no es estable o eterno. Conocer, entonces, es lo
que la cosa se deje decir, se explicite a sí misma a través, del saber
histórico. En síntesis, el conocimiento
es un sistema práctico e ideológico de apropiación de conceptos y enunciados
dentro de un saber.
d) La verdad. La verdad
deja de ser la adecuación entre el intelecto y el objeto. La verdad es una construcción, un objeto, que incluye una práctica
social y el ejercicio de poder.
En síntesis, en Foucault la Arqueología del saber pretende ser una
actividad orientada a exhibir la eficacia del discurso dentro del conjunto de
prácticas sociales realizadas en el eje “discurso-saber-poder”.
El conocimiento queda subordinado al saber, es
un producto de la actividad discursiva y se constituye en un sistema de
apropiación del mundo cuya táctica está orientada a permitir un determinado
dominio social a través de la construcción de la verdad.
sábado, 24 de abril de 2021
¿Filosofar acerca de la filosofía?
Si se lograra al menos de manera general,
comprender y ejercitar uno de los propósitos de la filosofía, se estará en
camino al conocimiento, y esto, cualquiera que tenga voluntad para lograrlo, bien
lo puede alcanzar. No tiene capacidad de saber y conocer solamente quien estudia
formal y académicamente. Con frecuencia mezclamos conceptos y realidades; con
facilidad asombrosa caemos en la trampa ingenua de qué si alguien ostenta mucha
formación académica, es que “sabe”, cuando en realidad, ninguna universidad
certifica conocimientos; los centros de estudio tan solo certifican estudios.
lunes, 8 de febrero de 2021
domingo, 7 de junio de 2020
Sueño inspirador.
Anoche tuve un
sueño. Habíamos concurrido con mi familia a un circo, estaba lleno de gente
había malabaristas, magos, payasos, etc.
De pronto la función se detuvo y no sé por qué salimos todos corriendo. De
pronto, fuimos a orilla del mar, de allí
salió una pequeña capsula submarina con tres personas desvanecidas, estaban los
medios de comunicación informando que esas personas eran los dueños del circo,
que se habían quedado sin oxígeno, y a causa de ello habían fallecido. De
regreso al circo para continuar con el espectáculo, vemos que sólo habían
quedado las dos columnas centrales y que la gente se llevaba todo lo que había quedado
en ese lugar. Todos estábamos en una
situación de pánico total. Desperté de ese sueño y mi corazón latía
fuertemente. Adormecido, asustado me pregunté: ¿por qué había soñado esta
situación? ¿Es la realidad o es sólo un sueño?
Desde hace un
tiempo largo tengo pesadillas. Mis profundos sueños se ven interrumpidos por
imágenes tétricas, en ellas me encuentro con personas que ya no están, mis
padres, familiares y personas ficticias con las que nunca estuve. Muchos de
ellos ocurren en la ciudad de Buenos Aires, lugar donde viví un tiempo
prolongado. Camino por senderos estrechos, con casas antiquísimas similares a
pueblos o ciudades españolas o italianas, en donde en algún momento la calle se
termina, y me despiertan situaciones en las tengo que salir corriendo. Mi
corazón y respiración se aceleran, mis músculos se tensan y mi cerebro se
activa, comienza el intento de interpretar cada sueño en la oscuridad de la
noche al mejor estilo Sigmund Freud. El inconsciente se manifiesta a través de
los sueños, en esa permanente actividad neuronal que realiza mi cerebro al
pensar.
¿Qué significan
mis sueños? ¿Por qué ocurren en este momento y tan seguidos? ¿Serán los miedos
interiores de enfrentar la realidad del mundo en qué vivimos? ¿Miedo a la
muerte? ¿A contagiarme de la peste actual? ¿De la perdida de seres queridos?
¿De perder la estabilidad laboral?
El mundo está
convulsionado, inestable, inseguro a pesar de que permanentemente buscamos
certezas para poder vivir. El desarrollo de la ciencia y su expresión
tecnológica nos puso en la centralidad del universo. Creíamos poder dominar la
naturaleza a través de la cultura para apropiarnos de cosas materiales. Ser
dueños de un pedazo de tierra y tener derechos a hacer de ella lo que nos
plazca. Volar los cielos y en pocas horas llegar a otro continente. Conquistar la
inmensidad del mar depredando todos los seres vivos que hay debajo de ella.
Construir populosas ciudades con edificios que casi tocan el cielo, llenamos de
automóviles sus calles y sus autopistas de acceso a la gran urbe. Cambiamos el
cauce de un río para construir un country o barrio privado. Entubamos un arroyo
para pasar sin mojarnos los pies. Contaminamos sus aguas con tóxicos que
desparraman las fabricas que nos abastecen de bienes para consumir. En la
tierra desparramamos tóxicos herbicidas e insecticidas para garantizar la
producción de cereales. Y todo esto ha servido para que unos pocos se apropien
de las riquezas y concentren sus ganancias depositadas en Bancos para la
especulación financiera y la inmensa población viva al borde de la inanición,
hacinados en lugares inhabitables. Los medios de comunicación se encargan todos
los días a través de imágenes tétricas la realidad circundante. Nos llenan de
noticias tóxicas, de odio, de miedo, de bronca y todas las noches cuando me voy
a dormir mi cerebro sigue maquinando cómo salir de esta situación caótica en la
que nos encontramos frente a un pequeño bichito microscópico que nos
desestabilizo nuestras vidas. Tal vez pienso sea la vacuna que se inyectó
nuestro planeta para curarse de la pandemia llamada “humanidad”. Pero hay otro
tema que me preocupa, además de la guerra contra el virus, hay otra guerra
económica o comercial que llevan adelante las potencias mundiales, que dicho
sea de paso están lideradas por los presidentes que todos conocemos,
potenciales psicópatas y genocidas, que tienen en sus manos toda la tecnología
bélica para destruirnos.
Momentos de inspiración.
“Es mi parecer que el hombre nuevo, el que está floreciendo, tiene un
estilo más informal, más simpático y definitivamente más irreverente, y a
diferencia de lo que algunos dicen, este hombre no es superficial, ni poco
comprometido, ni mucho menos ignorante. Es simple, pero nada tonto. Es básico,
pero eso suele ser expresión de sabiduría. Es rústico, pero rústico suele ser
un adjetivo inherente a virtudes como el coraje y la fortaleza”.
Como me gusta hurtar ideas, esta frase la saqué de un
libro, comprado en Rosario. Estimulado por su título “No te hagas el boludo”, y
encontrando en su interior esta frase, que identifica y describe una manera de
ser, una manera de estar en el mundo. Su autor Mariano (Mano) Moreno, un pibe
común de Capitán Bermúdez, filósofo de la calle. Sus amigos lo llamaban el
“Desfasado”, porque vivía en la luna y leía libros que nada tenía que ver con
los temas desarrollado en el aula, en su época de transcurrir la secundaria.
Viajo por diferentes países, liviano de ropa y con poco dinero, un día se animó
a salir de su pueblo y dar una vuelta por la redonda. Conocer nuevas culturas, entablar
nuevas amistades, nuevos paisajes que le cambiaron la cosmovisión del mundo.
Polémico, provocador, no conforme con el orden establecido, amante del ocio,
del tiempo libre buscó nuevas respuestas en su interior y dejándose llevar por
la interpelación, la duda y el asombro buscó respuesta en su espacio interior.
Vive una vida simple, sin certezas, disfruta de las pequeñas cosas de la vida y
siendo adulto curso los estudios del profesorado de filosofía. Un simple
personaje en el cual pude encontrar en él, muchas facetas de mi modo de ser, de
mi personalidad y la forma de interpretar al mundo, con el cual, valga la
redundancia, me identifico.
Cuando abordamos la identidad como un problema
filosófico, es algo así como una narración que hacemos de nosotros mismos, pero
también una imagen social que viene de afuera. Nos reflejamos en un gran espejo
que es la familia y la sociedad en la que nacemos. Es una construcción
narrativa temporal, que va cambiando de aspectos en ese tránsito en la
atravesamos diferentes etapas y en cada una de ellas vivenciamos experiencias que
nos abren al conocimiento y al aprendizaje, algunas de ellas son buenas o
positivas porque nos producen placer y alegría y otras malas o negativas que
nos angustian. Pero necesarias para el crecimiento. Sin ellas sería imposible
aprender. Los obstáculos, las frustraciones, los fracasos son piedras que se
interponen en nuestro camino y nos hacen caer, pero que nos enseña a
levantarnos, en cada una de ellas, a veces, quedan heridas, pero el transcurso
del tiempo se encarga de que cicatricen y de fortalecernos. Mi viejo me decía
que en la vida los problemas tienen soluciones y hay que encontrarlos
haciéndose cargo de los mismos, enfrentando cada dificultad con decisión, coraje
y esfuerzo. Inclusive decía él, que cuando ya no había más solución a los
problemas, la muerte también era una última solución.
Heidegger decía que el ser humano es arrojado al mundo.
Somos "seres para la muerte", somos una posibilidad entre las muchas
posibilidades que se presentan durante nuestra vida, pero entre todas estas posibilidades,
está la muerte, la posibilidad de dejar de existir y tenemos conciencia de
ello y eso nos angustia.
Por eso cada día que
nos levantamos debemos agradecer de estar vivos, de enfrentar los obstáculos
que se interponen en el camino con la cabeza erguida, sin miedos, porque el
miedo nos paraliza, inmoviliza. Todos los días debemos elegir frente a
diferentes posibilidades que se los abren. Pero ¿somos libres de elegir?
“El hombre es lo que hace, con lo que hicieron de “el”, nos
dice Sartre. Como seres sociales, gregarios que somos, necesitamos del otro
para existir. De una familia que nos cobije, de la escuela para socializarnos,
de los amigos para poder crecer. Pero eso nos condiciona, hace que nuestra
libertad se restrinja para poder convivir con los demás.
Somos una esponja absorbemos todo lo que hay a nuestro
alrededor, ideas, pensamientos, conocimientos, costumbres, hábitos, códigos
morales y éticos. Nuestra sociedad es un rizoma que va construyendo raíces de
un entretejido social que se expande horizontalmente con códigos culturales que
se solidifican a través del tiempo. Somos seres condicionados por la realidad
que nos rodea, familia, sociedad, medios de comunicación. Entonces ¿tenemos
posibilidad de construir ideas propias? ¿hay lugar para un pensamiento propio?
En mi experiencia personal, soy un cúmulo de ideas robadas,
de mi familia, de los grupos en los que he participado en diferentes momentos,
de los libros que he leído y de los diferentes niveles educativos transcurridos.
Recuerdo en algún momento haber creído tener una idea original y una de ellas
fue la de vivir una vida en contacto con la naturaleza. Para ella tuve que
romper con la vida artificial que llevaba en la gran urbe de cemento llamada Buenos
Aires. Allí tenía mi futuro asegurado. Una profesión. Un trabajo redituable.
Vida nocturna… etc., Pero mi reloj biológico demandaba otra cosa. Un día
desperté con la decisión de tirar todo por la borda, todo lo construido hasta
ese momento. Renuncie al trabajo y a la salida de la oficina compré una
mochila, la llene de lo mínimo indispensable para viajar y sin mucha carga
encima comencé el largo trajinar hacia Machu Pichu. Naturaleza pura. Lejos de
la gran ciudad, de las luces de la noche que te encandilan los ojos. Despojado
de la seguridad del hogar y de los bienes de consumo. Encontré el lugar que
necesitaba, y ese, era mi mundo interior. Por primera vez, tomé conciencia de
que estaba solo en este mundo y que necesitaba hacerme cargo de mi vida, de ser
feliz, de hacer fluir mis instintos y mis sentimientos. Mi cabeza, después de
esa inolvidable experiencia, cambió de rumbo. Apague el televisor, deje de
seguir a la manada y di autenticidad a mi vida.
jueves, 4 de julio de 2019
EL PROBLEMA DE LA IDENTIDAD.
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